
En el documental “Una vida karateca”, dirigido por Fernando Mántaras, se narra la historia de Viviana González, una deportista trans argentina cuya vida ha sido un verdadero combate, tanto dentro como fuera del tatami. Inspirada por las palabras de Ed Parker, el padre del karate americano, quien dijo: “Vengo hacia tí con mis manos vacías. No tengo armas, pero sí estoy obligado a defenderme, a defender mis principios y mi honor”, Viviana ha enfrentado desafíos inimaginables, convirtiéndose en un símbolo de lucha y resiliencia.
Nacida en Quilmes en 1970, la vida de Viviana no ha sido fácil. Desde temprana edad, ejerció la prostitución, enfermó de cáncer y sufrió el rechazo de la sociedad. Sin embargo, su espíritu indomable la llevó a superarse y a convertir sus experiencias en obras de arte. En 2018 presentó la obra de teatro “La Karateca”, y más recientemente, el documental “Una vida karateca”, ha capturado su batalla ante cada obstáculo.
Viviana, conocida como ‘La Karateca’ en el ambiente callejero, ha enfrentado violencia extrema: “Fui violada, golpeada y patoteada. He peleado con cuchillos y he peleado con armas”. Ahora, imparte clases de artes marciales, empoderando a su alumnado para que puedan defenderse.
El director del documental, Fernando Mántaras, comenta sobre la realización de la cinta: “La idea era generar intimidad y naturalidad. Todo surge porque en vez de plantarme como director para hablar de Vivi, me resultó mucho más interesante darle la voz a ella y que pueda contar y expresarse tal y como quiere”. González, emocionada, agradece el apoyo incondicional de su madre, quien aceptó su identidad antes incluso que ella misma. Curiosamente, su inicio en las artes marciales fue gracias a su madre, quien percibió que el mundo sería violento con su hija.
“Yo hubiera preferido hacer danza, porque era lo que más me gustaba. Como toda ‘mariquita’, yo me quería expresar bailando, pero el hecho que levantaba la pierna para tirar patadas, para mí ya estaba haciendo algo estético que me gustaba”, comenta Viviana, demostrando cómo el karate se convirtió en su forma de arte.
A pesar de superar la primaria sin problemas, en la secundaria fue expulsada por “faltarle al respeto” con su apariencia. Esta experiencia la llevó a la prostitución, una vivencia que, aunque dura, la hizo más fuerte. “El abrazo que no me dio el sistema educativo me lo acabó dando la calle”, dice Viviana, quien encontró en la competición de karate un escape y una forma de enfrentar sus luchas diarias.
Viviana se destacó en el karate, logrando ser medallista de oro nacional e internacional en la categoría kumite libre. Sin embargo, en 1999, a punto de cumplir 30 años, se retiró de la competición. Justo entonces, recibió el diagnóstico de cáncer. “Cuando una persona se entera que tiene cáncer, generalmente lo sufre, y a mí no me pasó eso. Respiré y dije: ‘Por fin siento que llegó el final'”, cuenta Viviana. No obstante, su madre la motivó a seguir luchando y, tras superar la enfermedad, tuvo la oportunidad de retomar sus estudios en la escuela Mocha Celis, una institución que promueve la integración de personas travestis, trans y no binarias en la educación formal.
En Mocha Celis, Viviana se graduó hace seis años, llevando consigo el cuaderno que su madre le había comprado para su primer día de secundaria. A pesar de las adversidades, incluyendo un segundo enfrentamiento con el cáncer y la pérdida de su madre, Viviana sigue luchando. Con lágrimas en los ojos, le dedica a su madre el nuevo objetivo de escribir un libro.
Viviana González, ‘La Karateca’, es un ejemplo de coraje y determinación, demostrando que, a pesar de las circunstancias, siempre se puede seguir adelante y encontrar la fuerza para luchar por los sueños.