Hay pasiones que se cocinan a fuego lento. En el caso de Barby, la influencer gastronómica detrás de Comiendo con Barby, ese fuego se encendió entre budines caseros, ferias artesanales, chipás callejeros y alfajores Capitán del Espacio comprados cruzando la calle, cuando aún era una nena en Quilmes.

Hoy, a sus más de 10 años de experiencia como amante de la cocina y exploradora de sabores, se convirtió en una voz imprescindible a la hora de hablar de la gastronomía de zona sur. Pero no fue un camino planificado. Todo empezó cuando un plan falló.

“Estaba trabajando, no había estudiado, y no era feliz”, cuenta Barby con la sinceridad que la caracteriza. Su idea original era emigrar a Australia junto a su mejor amigo. Los papeles salieron para él, pero no para ella. Y mientras se despedía de su compañero de viaje, recibió una frase que le cambiaría la vida: “Barby, cada vez que quiero salir a comer algo rico, te pregunto a vos. ¿Por qué no empezás a hacer eso?”

Así nació su primer reseña, pagada de su bolsillo, en un restaurante que le gustaba. El video funcionó. La gente se sintió representada. Y las marcas empezaron a llamarla. Primero fueron locales porteños, pero Barby lo tuvo claro desde un principio: “¿Y por qué no hacer esto en zona sur? Acá hay mucho que nadie muestra.”

Desde entonces, no solo dejó de hacer reseñas en Capital Federal: convirtió a Quilmes y alrededores en el centro de su universo gastronómico. Y eso no es un detalle menor. Porque Barby no solo recomienda, sino que defiende, con una honestidad sin filtros, los sabores de su tierra.

A diferencia de otros creadores de contenido, Barby no maquilla las críticas. “He ido a lugares que no me gustaron, devolví la plata y no publiqué nada. No voy a recomendar algo si siento que una familia quilmeña va a gastar lo poco que tiene y va a comer mal. Eso sería estafarlos”, dice. Esa integridad fue la que hizo que su comunidad creciera rápido, y que Comiendo con Barby se volviera referencia entre vecinos que buscan “comer rico, bien, sin gastar una fortuna”.

Y es desde esa convicción que nació Tino, su propia cafetería ubicada en Alberdi 75, Quilmes Centro. Allí, entre tazas de café y fotos con seguidores que se acercan a conocerla, Barby comprobó que su trabajo tiene un impacto real. “Ahí entendí todo el cariño que me tiene la gente. Siento que estoy haciendo algo que vale la pena”.

Quilmes: infancia, memoria y sabor

Cuando habla de su ciudad, a Barby se le iluminan los ojos. Dice que Quilmes no es solo cerveza, aunque reconoce su importancia. Menciona el alfajor Capitán del Espacio como una joya identitaria. Y se detiene en un recuerdo imborrable: “Mi tía vivía enfrente de la fábrica. Íbamos a comprar las cajas cruzando la calle. El blanco recién hecho se deshacía en la boca. No hay otro alfajor como ese, y eso que fui jurado del Campeonato Argentino del Alfajor. El Capitán es infancia, es barrio, es ser quilmeño”.

Esa identidad aparece también cuando menciona sus tres lugares preferidos en la ciudad

La feria de Mitre y Rivadavia, donde su abuela y su tía vendían artesanías y donde pasó buena parte de su infancia. “Es un lugar que muchos no valoran, pero para mí fue mágico”.

El Parque Lineal, espacio para tomar mates y encontrarse con vecinos.

El río de Quilmes, donde ir a pescar o navegar se convierte en una experiencia que pocos partidos de zona sur pueden ofrecer.

Barby ama explorar joyitas ocultas y emprendimientos con historia. Como el chipacero Raúl, en la esquina de Zapiola y Mouriño, a quien una reseña suya le cambió el negocio. “Esas son las que me llenan el alma. Ver que lo que hacés tiene impacto”.

Cocina como pasión heredada

Aunque no tiene estudios formales, Barby aprendió por observación, intuición y amor. Su padrino era chef, y su abuela italiana le dejó recetas que hoy son parte de su marca personal. Ha vendido focaccias, budines, y dado clases en la escuela de Narda Lepes. “Todo lo hice por prueba y error. Miro recetas, compro ingredientes, me mando”, dice entre risas.

Su debilidad: la cocina oriental

Se emociona cuando cuenta cómo va al supermercado chino a buscar especias para inventar recetas. Hizo cursos de cocina árabe, india, japonesa, tailandesa. “Me fascina, me llena. Me gustaría un día ir al Oriente y vivirlo desde adentro”.

Un proyecto con futuro (y mucho corazón)

Barby sueña en grande, pero con los pies en Alberdi. Quiere escribir un libro, tener un programa de cocina, abrir un restaurante. Y no lo dice desde el ego, sino desde el deseo que todo lo que aprendió —y ama— llegue a más gente.

“La constancia y la dedicación son lo que te hacen crecer. Y si vas a empezar algo, que sea con pasión. Porque eso se transmite solo”, aconseja a quienes quieren compartir lo que aman desde su lugar en el mundo.

Hoy, Comiendo con Barby es más que una cuenta de TikTok o una cafetería. Es una manera de mirar la gastronomía como acto de amor, de militancia barrial, de memoria, de orgullo por lo propio. Y Barby, sin dudas, es una embajadora quilmeña que pone el alma en cada recomendación.