Por Viviana Ruíz Díaz, Presidenta del Centro de Estudiantes del I.F.D 83

En los últimos tiempos, la educación pública en Argentina ha enfrentado diversos desafíos significativos bajo el gobierno de Javier Milei. Con el correr de los días, la desigualdad educativa es progresiva y afecta tanto a los estudiantes como a los docentes. La eliminación del INFOD (Instituto Nacional de Formación Docente) que por medio de la Ley de Educación 26.206 fue sancionado en el año 2007, tuvo la función de direccionar, planificar, desarrollar e impulsar las políticas educativas para el sistema superior (terciario y universitario). Fue el INFOD un organismo nacional que durante 16 años (2007-2023) brindó una gama de Planes Nacionales de Formación Docente y que incluso, muchos de estos, brindaron puntaje que permitió ampliar las posibilidades laborales en los trabajadores de la educación. Es lamentable que, siendo un país donde fuimos ejemplo a seguir en términos educativos, no logremos ni estudiantes en formación, ni docentes, capacitarnos para incrementar la calidad educativa para nuestros niños y jóvenes.

A la escuela sin libros

Continuando con la desigualdad educativa, el Ministerio de Capital Humano dio de baja el Plan Nacional de Lectura (2008-2023) y el programa “Libros para aprender” que formó parte de las políticas educativas de los años 2022-2023.

La ley de Educación Nacional establece que “el Estado” debe garantizar las condiciones “materiales y culturales” para que los estudiantes alcancen aprendizajes comunes y de buena calidad… se dice que las leyes están para cumplirse y es lo que se hizo hasta que llegó el liberalismo de Milei. ¿Cómo podemos romper las brechas educativas si el acceso a los libros está impedido?, ¿por qué programas que funcionaron durante más de 10 años sin daño alguno, son eliminados sabiendo incluso, que muchas provincias no cuentan con los recursos para solventarlos?, ¿tiene en consideración el presidente que anulando estas políticas educativas las editoriales se quedan sin trabajo?

Esta situación se asemeja a la cadena alimenticia; el gobierno no aprueba la producción de una gran variedad de libros literarios, por ende, las editoriales no tienen materiales para producir, en consecuencia, hay menos actividad laboral, entonces, sobran trabajadores, por lo tanto, se debe reducir el personal. En conclusión, hay despidos, esto conlleva a mayor desocupación, más hambre y en cuanto a los niños menor posibilidad de alfabetización, por ende, mayor desigualdad educativa.

Crisis alimentaria las escuelas

Otra de las realidades que duelen en nuestra Argentina es el hambre que afecta a muchos niños y jóvenes que asisten a las escuelas (muchas veces por un plato de comida). Como bien sabemos, “el Estado” debe garantizar que todos los niños tengan acceso a una alimentación adecuada, independientemente de su situación económica.

Que un niño asista a la escuela mal alimentado impacta significativamente no sólo a su salud (que no es dato menor) sino también al rendimiento académico del estudiante. Variadas son las dificultades que como docentes vemos reflejadas en las aulas; desde dificultades para concentrarse debido a que la falta de nutrientes afecta a la función cognitiva y la capacidad de prestar atención. Pero el presidente parece no importarle estas problemáticas ya que hace poco durante su discurso en la Universidad de Stanford expresó que para el hambre “no necesita intervenir” porque “a la postre, alguien lo va a resolver” (ya sabemos que el peronismo siempre vuelve para resolver las aberraciones que realizan estos tipos de gobiernos).

Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza incrementó al 57,4% de la población y el 32% de niños y adolescentes sufren carencias alimentarias.

Como si lo expresado anteriormente no fuera poco, se sumó la suspensión del envío de alimentos a los comedores populares. 5000 toneladas de comida comprada por el gobierno anterior quedaron retenidas y bajo la excusa de ser entregadas para “emergencias o catástrofes”. ¿Acaso no se considera una emergencia que los jóvenes y niños pasen hambre?, ¿no es una catástrofe que nuestros ciudadanos tengan que pasar por la decisión de comer una comida al día? Muchas personas dependen de la comida que brindan estos comedores y cada vez, son más largas las filas que se ven en estos espacios comunitarios.

Todo lo viejo es lo nuevo. Así como en el 2001 cuando millones de argentinos se quedaron sin trabajo fueron las ollas populares las encargadas de apalear la crisis. Hoy cada vez son más las familias que piden acceder a la alimentación escolar, donde buscan en la comunidad educativa una solución.

Finalizando, el desfinanciamiento que sufre la educación pública es atroz. Los salarios docentes se encuentran por debajo de la línea de pobreza. La quita del Fondo de Incentivo Docente (FONID) es otro de los ejes del cual el gobierno nacional incumple el pago del 10% de sus salarios, rechazando de esta manera una responsabilidad constitucional. La obra pública en las escuelas también está paralizada. No se salvaron ni las que estaban en marcha. Ascienden tanto los despidos a trabajadores estatales como las luchas docentes en las calles.

No olvidemos que la educación es un derecho fundamental y no un servicio esencial. Al considerarla como un derecho, abrazo la idea de que cada niño, adolescente y adulto merece la oportunidad de aprender, crecer y soñar. Así, la educación se convierte en un faro de esperanza, que nos guía hacia una sociedad más justa y equitativa. Es primordial defender este derecho con la unión de todos los argentinos y argentinas, porque en cada aula, en cada docente, en cada sonrisa de un niño y de una niña, encontraremos el futuro de nuestra nación.