
En medio de un clima político marcado por el ajuste, la fragmentación y el individualismo, el diputado nacional Máximo Kirchner compartió en sus redes sociales un emotivo video que rescata un momento histórico de aquel 18 de diciembre de 2000: el día en que Elsa Sánchez de Oesterheld, viuda del creador de El Eternauta, entregó a la (en ese entonces) diputada Cristina Fernández de Kirchner un dibujo original de la emblemática historieta argentina.

“No es un regalo, es un reconocimiento”, dijo Elsa al extenderle el dibujo a la expresidenta, en una escena cargada de memoria y simbolismo. Máximo decidió recuperar esa secuencia, que había pasado inadvertida para gran parte de la sociedad, como forma de reivindicar el legado colectivo que representa El Eternauta de Oesterheld.
El Eternauta, obra central de la cultura argentina, no es solo una historieta de ciencia ficción: es una metáfora de la resistencia popular y de la importancia de la organización comunitaria frente a las amenazas. Juan Salvo, su protagonista, sobrevive a la invasión gracias a la unidad con sus vecinos, no a su mérito individual. El mensaje es claro: la salida es colectiva o no hay salida.
Esa misma lógica fue la que inspiró muchas de las políticas que Cristina impulsó durante sus dos presidencias: la recuperación del sistema previsional, la estatización de YPF y Aerolíneas Argentinas, la expansión de universidades públicas en el conurbano, la AUH y el fortalecimiento de los convenios colectivos de trabajo. Todas decisiones que apuntaban a reconstruir comunidad organizada y garantizar derechos.
Hoy, frente a un gobierno que empuja el ajuste, la desregulación y la competencia entre pobres, el gesto rescatado por Máximo Kirchner cobra una potencia renovada. El reconocimiento de Elsa no fue casual: su esposo, Héctor Oesterheld, fue desaparecido por la dictadura junto a sus cuatro hijas.
El video, ahora viralizado, no solo emociona, sino que interpela. En tiempos de crisis provocada por el gobierno de Javier Milei, Máximo propone volver a ese gesto como brújula política: organizarse, construir con otros, otras, y nunca olvidar que —como en El Eternauta — nadie se salva solo.